Ser ambicioso siempre
ha sido mal visto o mal interpretado. Esto sucede porque se lo relaciona como lo opuesto a ser
moderado, equilibrado o modesto. Pero las cosas cambian cuando decimos que la
ambición es lo contrario de conformismo, desinterés, o desgano. Como ejemplo
podemos decir que los gobiernos presentan proyectos ambiciosos, los atletas
tienen pretensiones (ambiciones) de superar sus propias marcas. Los equipos de
futbol aspiran (ambicionan) a lograr buenos resultados. El ambicioso es el que
no se conforma con lo bueno sino que va tras lo perfecto, es el que no se queda
con lo suficiente y lucha por lo abundante. En 2reyes 13:14-18 se relata la
historia del un rey que pidió ayuda al profeta con relación a las guerras
contra sus enemigos. Como respuesta el profeta hizo que arrojara una flecha por
la ventana en dirección a las tierras de sus enemigos y le profetizó diciendo
que iba a derrotar a sus enemigos. Luego le dijo que tomara algunas flechas y
que con ellas golpeara la tierra, y el rey golpeo tres veces. El relato textual
dice que: “entonces el profeta se enojo con él y le dijo: si hubieras golpeado
el suelo cinco o seis veces, habrías podido derrotar a los sirios hasta acabar
con ellos; pero ahora los derrotarás solo tres veces”.
En esta historia vemos
representada las oportunidades que Dios nos da, porque el profeta le aseguró
que tendría victoria. Pero también encontramos la importancia de nuestra
actitud ante estas, cuando el profeta le
pide que golpee con el puñado de flechas contra el piso. Lamentablemente al rey
le faltó un poco de pasión con relación a la buena noticia que acababa de
recibir donde se le aseguraba un éxito rotundo,
porque solamente dio tres golpes. El rey mostró cierto desgano en cuanto a los
golpes. Si hubiera actuado con la pasión futbolera de aquel que mete un gol seguramente no hubiera dado los cinco o seis
que pretendía el profeta; sino que hubiera dado diez o veinte y hasta hubiera
realizado algún bailecito para festejar arrojando la flechas al aire. Al rey le
faltó garra, le faltó ganas, le falto ambición y eso hizo el que el profeta se
enojara, y se enojó porque desaprovechó la oportunidad que Dios le estaba
dando. Es muy desagradable y triste ver jóvenes y no jóvenes dejar pasar las
posibilidades que se les presentan. No digo que Dios se enoja porque seamos un
poco quedados, pero el espera que tratemos de alcanzar todas las bendiciones
que tiene preparadas para nuestras vidas. Dios espera que seamos ambiciosos, que
siempre vayamos por más, que estemos dispuestos a tomar el puñado de flechas y dar
cinco o seis golpes… o más.
Ricardo Chavez Cuello.
.