Pero hubo algunas cosas que le jugaron en contra, una de
ellas es que la excesiva confianza en la fortaleza en el navío hizo que desoyeran
los informes de algunos barcos que navegan por esa peligrosa zona de icebergs. Entonces
la decisión fue aumentar la velocidad para lograr un récord de tiempo de
navegación en ese primer viaje. Dicen que otro error fue tratar de reducir la velocidad
parando los motores, lo cual impidió que luego pudiera girar con efectividad hacia la izquierda.
Finalmente el choque con el iceberg fue de costado y muchos afirman que si
hubiera chocado directamente de frente muy posiblemente el daño hubiera sido
menor y no se hubiera hundido.
Pero lo interesante del caso se supo tiempo después cuando
los estudios mostraron que el Titanic se hundió porque los tres millones de remaches que se usaron en su
construcción eran de mala calidad y no soportaron la presión del impacto. Esa
pequeña parte de la construcción era muy importante para la solidez de la embarcación.
Por otro lado, en nuestra vida también son importantes las pequeñas cosas. Las
breves discusiones diarias pueden hacer hundir un matrimonio. Las cortas
caminatas pueden impedir que naufrague nuestra salud. Las pocas transgresiones
a nuestro régimen pueden darnos una sorpresa en la balanza. Unos reducidos gastos
innecesarios pueden desequilibrar nuestra economía familiar, y una palabra
subida de tono en el futuro puede ser una violenta agresión. Pero también, una simple sonrisa puede alegrar la
vida, una corta palabra de ánimo puede dar fuerza al cansado, una pequeña fe como
un grano de mostaza puede producir grandes milagros (Mateo 17:20) y una corta oración matinal puede bendecir tu día. Para que nuestro Titanic no naufrague ante las inclemencias o los impactos de la vida, y surque los mares en forma triunfal, es importante que cada día repasemos el estado de los pequeños remaches que lo mantendrán navegando.
Ricardo Chavez Cuello.