En el
campo donde se cuenta con alguna caballada es muy común tener uno de estos que
sea muy manso. Es decir que sea dócil para agarrarlo en el campo y además que
se pueda montar con toda confianza. En un campo, hace un tiempo, conocí a uno de estos animales, era una yegua
y se llamaba “mamucha”. Éramos neófitos en
estas cosas pero fue algo sencillo montar y andar por lo mansa que era. Pero
estos animales también son importantes para atarlos ligados a otro que no es
manso y largarlos al campo. De esta forma el caballo arisco no tiene posibilidades
de escapar porque está atado al manso. A esta atadura o ligadura se le llama
acollarado. De allí el refrán campero que dice que siempre hace falta un manso para acollarar a un arisco.
Y de allí
podemos deducir qué problemática son las cosas en el campo cuando no hay un
manso o una mansa como "la mamucha" para acollarar al caballo arisco y bravío. Pero también podemos
entender qué difícil se ponen las cosas cuando en un grupo social, ya sea la comisión
de un club, el equipo deportivo, o los concejales de una ciudad, no se puede
encontrar un solo manso. Es decir que todos son justicieros y sanguíneos. También
son sinceros y, por no ser “caretas”, dicen las cosas de frente y lo hacen
en la forma más ofensiva posible. Tampoco piensan postergar por un día las discusiones,
porque están dispuestos a demostrar hoy, en ese mismo instante, que ellos
tienen razón. Se pone todo muy difícil cuando todos son intratables,
insociables y bruscos. Por eso siempre hace falta un manso.
Este
problema también puede presentarse en una familia o en una Iglesia. Con relación
a esto Jesús dijo. Aprendan de mí que
soy manso y humilde de corazón. La falta de mansedumbre indudablemente está
ligada al orgullo. Cuando no somos capaces de soportar algunas palabras ásperas
y rudas porque nos hieren en nuestro ego, en nuestro exceso de autoestima, es
porque no somos humildes. Si no somos altivos o arrogantes jamás vamos a
sentirnos ofendidos o humillados por palabra alguna. También el engreído siempre
encuentra algo ofensivo hasta en algún gesto o el tono empleado por su
interlocultor .Lo mejor que puede ocurrir en cualquier grupo de personas que
deben trabajar o vivir juntas es que haya un manso para acollarar a los
ariscos. El poder de la humildad es mayor que el del orgullo, finalmente los ariscos
se van a amansar. Y la verdad es que me dieron ganas de ir a ese campo a
cabalgar en “la mamucha”.
Ricardo
Chavez Cuello
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