miércoles, 15 de abril de 2015

LA MAMUCHA



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En el campo donde se cuenta con alguna caballada es muy común tener uno de estos que sea muy manso. Es decir que sea dócil para agarrarlo en el campo y además que se pueda montar con toda confianza. En un campo, hace un tiempo,  conocí a uno de estos animales, era una yegua y se llamaba “mamucha”.  Éramos neófitos en estas cosas pero fue algo sencillo montar y andar por lo mansa que era. Pero estos animales también son importantes para atarlos ligados a otro que no es manso y largarlos al campo. De esta forma el caballo arisco no tiene posibilidades de escapar porque está atado al manso. A esta atadura o ligadura se le llama acollarado. De allí el refrán campero que dice que siempre hace falta un manso para acollarar a un arisco.
Y de allí podemos deducir qué problemática son las cosas en el campo cuando no hay un manso o una mansa como "la mamucha" para acollarar  al caballo arisco y bravío. Pero también podemos entender qué difícil se ponen las cosas cuando en un grupo social, ya sea la comisión de un club, el equipo deportivo, o los concejales de una ciudad, no se puede encontrar un solo manso. Es decir que todos son justicieros y sanguíneos. También son sinceros y, por no ser “caretas”, dicen las cosas de frente y lo hacen en la forma más ofensiva posible. Tampoco piensan postergar por un día las discusiones, porque están dispuestos a demostrar hoy, en ese mismo instante, que ellos tienen razón. Se pone todo muy difícil cuando todos son intratables, insociables y bruscos. Por eso siempre hace falta un manso.
Este problema también puede presentarse en una familia o en una Iglesia. Con relación a esto Jesús dijo. Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón. La falta de mansedumbre indudablemente está ligada al orgullo. Cuando no somos capaces de soportar algunas palabras ásperas y rudas porque nos hieren en nuestro ego, en nuestro exceso de autoestima, es porque no somos humildes. Si no somos altivos o arrogantes jamás vamos a sentirnos ofendidos o humillados por palabra alguna. También el engreído siempre encuentra algo ofensivo hasta en algún gesto o el tono empleado por su interlocultor .Lo mejor que puede ocurrir en cualquier grupo de personas que deben trabajar o vivir juntas es que haya un manso para acollarar a los ariscos. El poder de la humildad es mayor que el del orgullo, finalmente los ariscos se van a amansar. Y la verdad es que me dieron ganas de ir a ese campo a cabalgar en “la mamucha”.

Ricardo Chavez Cuello

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